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Santa Espina en Mula

Encuentra una tierra de tesoros arquitectónicos y valiosas reliquias,
viajando a través de un camino de fe hacia un lugar de encuentro, pasión y reconciliación.

En Mula hay muchos tesoros valiosos, pero ninguno tanto como la espina que guardan de la corona que portó Jesús en la Cruz. El Obispo de la Diócesis de Cartagena ha ratificado la veracidad de todos los documentos que atestiguan el valor de la misma, y que quedaron constatadas en su día por el mismísimo Cardenal Belluga.

¿Cómo llegó a Mula?

La historia es algo larga. Todo apunta a que se debió a una herencia de Los Austrias. Uno de los hijos bastardos del rey Felipe IV, el Príncipe Juan José de Austria, acogió en la corte a un clérigo muleño llamado Fray Pedro de Jesús. La relación entre ambos fue tan fructífera que a su muerte, el Príncipe legó todas sus reliquias al religioso.

El clérigo, muleño de nacimiento, perdió a su familia a mediados del siglo XVII debido a una epidemia de peste. Mientras pastoreaba el rebaño tuvo una visión del Niño Jesús, que fue quien le alentó a tomar los hábitos. Desde entonces residió en diferentes conventos de la Diócesis de Cartagena hasta que decidió peregrinar a los Santos Lugares.

Ya de vuelta a España conoce a Don Juan José de Austria y se convierte en su confesor. Éste le lega la Santa Espina. El clérigo repartió las reliquias según su criterio y ésta en concreto fue a parar a las monjas del Real Monasterio de la Encarnación de Mula. Desde entonces se custodia la reliquia en este lugar.

Se trata de una de las astillas de la corona con la que los romanos coronaron a Jesús para burlarse de él como rey de los Judíos. Al parecer, la corona estaba entre una de las reliquias que trajo Elena de Costantinopla. La corona auténtica se la ofreció en el siglo XIII el emperador Balduino II al rey de Francia, Luis IX. Su primera casa fue la Santa Capilla de París, pasando poco después de la revolución a custodiarse en Nôtre Dame. Durante años, las espinas se legaron de reyes a nobles. De hecho, hoy en día algunas de ellas están en la Catedral de Barcelona y en el Monasterio de la Encarnación de Mula.

¿Sabes cómo se disgregó la corona en espinas?

Resulta que en aquella época era muy habitual hacer regalos entre nobles y reyes. Así que se fueron regalando las astillas y una de ellas se encuentra desde hace siglos en Mula. Ya que estás de peregrinación, date una vuelta por Mula para conocer de primera mano este objeto tan ligado a las últimas horas de la vida de Jesucristo.

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